jueves, 25 de octubre de 2007

La vida según el alfabeto: la J

José Jiménez justificaba a Juan Giménez porque, aunque le jodiera, ambos eran jerezanos, justamente de Jerez de la Frontera. Aparte de ser buenos jinetes, a menudo se jactaban de saber cortar el jamón como genios; generalmente a rodajas. Luego se lo jalaban con los brazos en jarras. (Justo es decir, a modo de ejemplo, que la filología del DRAE fija y recoge que "en Jerez, [una jarra es, por semejanza, un] recipiente de hojalata, de doce litros y medio de capacidad, que sirve para el trasiego de los vinos en la bodega."). Ambos eran, además, juiciosos jueces de genealogía jesuítica.

Si bien Juanillo se había juntado con una japonesa siendo muy joven, a José jamás le había parecido justo que se hubiera agenciado un ejemplar del otro género tan original, ni tampoco que su generosidad hacia una mujer con jambas de junco, gesto de jirafa y ojos de jaspe terminara generándole una jaqueca tan enojosa. El origen: Mijo, la gentil japonesa, tomaba jarabe en dosis ingentes con el objetivo de que dicho agente le dejase bailar una jota con la misma energía con que lo haría una pareja de jíbaros.

Para más inri (jolgorio o regocijo ajeno, como si dijéramos), Mijo usaba gel de baño a base de gelatina, esto es, de colágeno de tejido conjuntivo, y aunque sin duda amaba la jardinería (en su jardín de naranjos germinaban todos los junios y julios unos geranios ejemplares), no era, ni de lejos, de la jet...

(Por si el lector nostálgico anda escaso de juicio, dejo sentado que este micro es un homenaje a La cantante calva, de Eugène Ionesco...)
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"