lunes, 7 de enero de 2008

La edad provecta

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Permanece a oscuras en la habitación. Hace pocos meses que se ha quedado viudo pero él no se hace a la idea ni piensa hacérsela. Afuera, todavía es verano. Con la mirada perdida y la persiana baja, descubre de pronto que sus brazos desnudos tantean la oscuridad como si fueran los de un pobre viejo.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"